Eduardo Carrero Santamaría
La capilla de Santa Marina, única que se conserva de las dependencias del claustro medieval en la catedral de Astorga, sita en la planta norte del actual claustro dieciochesco, forma hoy parte del museo catedralicio y diocesano, en la que se exhiben algunos de sus fondos. En sus muros se abren cuatro lucillos que albergan cuatro sepulcros pertenecientes a dos obispos, un caballero y un clérigo(1), que ponen de manifiesto el uso funerario de esta capilla durante la Edad Media. Además de estos cuatro, hay otro perteneciente a un obispo de evidente calidad artística. Se trata de una pieza que, en los años en que Gómez Moreno realizó su Catálogo Monumental de la provincia de León, se encontraba ubicada en la entrada del claustro (2) y posteriormente fue trasladada a su emplazamiento actual.
Con una longitud de 1 metro y 85 centímetros, representa a un obispo yacente, tallado en mármol granate, que reposa su cabeza sobre una almohadilla. Con los hombros cubiertos por amito y palio, va ataviado con una casulla, bajo la cual asoman tres túnicas superpuestas, formando pliegues a la altura de los pies. Las manos se cubren con guantes, sobre la muñeca izquierda un brazalete y, como dignidad episcopal, está tocado con una mitra corta. Los guantes se decoraron con un motivo que aúna círculos y entrelazos, en tanto que en los laterales de la mitra aparecen estrellas de seis puntas con florones. Tiene las manos cruzadas sobre el pecho y en la derecha ostenta el anillo, a la vez que sostiene un báculo episcopal que, en lugar de la habitual voluta, termina en un pomo. Calza zapatas atadas con cordones, bajo las que se encuentra una bestia híbrida, con cuerpo y garras de ave y cabeza de felino, la cual aplasta con el pie izquierdo. La ausencia de heráldica y de cualquier tipo de inscripción hace imposible identificarle con alguno de los prelados de la sede astorgana.
Indudablemente, esta figura debió formar parte de un monumento sepulcral mayor, hoy por desgracia desaparecido. E1 bulto del yacente que conservamos debía situarse sobre la tapa del sepulcro, mientras en la yacija se encontrarían los restos del desconocido obispo. Resulta evidente que no nos hallamos ante un sepulcro parietal desmantelado, ya que la ausencia de marcas en sus dos laterales nos revela que se trata de los restos de un túmulo exento, que debió tener un lugar privilegiado en la catedral. Recordemos que, durante la Edad Media, el interior de las iglesias y catedrales estaban atestados de monumentos funerarios que muchas veces dificultaban los oficios, como fue consignado en la Primera Partida de Alfonso X el Sabio y en numerosos sínodos (3) ' y cuyo ejemplo más evidente fue la caótica situación del interior catedralicio que, en el siglo XVI, llevó al cabildo de la catedral de Ávila a reubicar en los laterales del templo todos los sepulcros que jalonaban sus naves (4). Por lo tanto, es probable que el sepulcro de este enigmático obispo tuviera un emplazamiento destacado en el interior de la catedral románica o en alguna capilla claustral hoy desaparecida, llegando a nuestras días solamente la efigie del yacente.
Existen varios ejemplos de este tipo de sepulcro episcopal en ámbitos catedralicios excepcionales. E1 primero se halla en la catedral de Burgos. Se trata del túmulo del obispo Mauricio, iniciador de la construcción de su catedral gótica, que está realizado en madera recubíerta de cobre dorado, con aplicaciones de piedras y esmaltes (5). Tras su muerte en 1238, se trasladó al centro del presbiterio de la catedral, es decir, rodeado por el coro de los canónigos entonces situado en la cabecera, en una posición privilegiada, como obispo constructor del templo (6). Posteriormente, cuando se llevó a la nave central, el sepulcro sufrió el mismo destino, pudiéndose contemplar hoy en el centro de la nave de la catedral burgalesa.
Un segundo ejemplo de enterramiento en el coro de los canónigos es el de otro prelado constructor, don Simón Girón de Cisneros, obispo de Sigüenza, que recibió la misma dignidad de enterramiento en la catedral alcarreña a comienzos del siglo XIV, con un sepulcro elevado “quince palmos” por encima del pavimento de la nave (7). En 1351, el obispo del Burgo de Osma don Bernabé, que había realizado obras en el claustro, enlosado la iglesia y costeado la sillería de coro, también fue enterrado en la entrada del coro y cubierto por una lámina de bronce (8). Por último, varios obispos abulenses fueron enterrados en el presbiterio de su catedral, entre ellos el erudito prelado don Alonso de Madrigal, “el Tostado” (+ 1455), que fue trasladado en el siglo XVI a un suntuoso túmulo en el trasaltar, realizado por el escultor Vasco de la Zarza (9).
En cuanto a la datación del sepulcro episcopal astorgano, Gómez Moreno (10) lo fecha en el siglo XII, considerándolo uno de las muestras más antiguas que conocía de este modelo de túmulo. En mi opinión se trata de una obra probablemente realizada durante la primera mitad del siglo XIII, dentro de la órbita de la escultura tardorrománica de la zona, aunque introduciendo nuevos elementos como la aparición de la escultura yacente del titular. Las primeras manifestaciones peninsulares del tipo de sepulcro con yacente parecen ser las fechadas en las primeras décadas del siglo XIII, en las sepulturas del Panteón Real de la catedral de Santiago de Compostela (11) y que, en ciudades con una vitalidad artística como la de Burgos, no fueron introducidos hasta mediado el siglo XIII, como inovación del taller de la catedral (12).
En el ejemplo astorgano, los pliegues de la túnica acusan una marcada tirantez que, acrecentada por la dureza del material pétreo utilizado, produce un resultado efectista en la zona inferior, mediante la superposición de los finales de las tres túnicas a la altura de los pies. Este tipo de plegado, característico de la escultura denominada de estilo 1200, tiene sus paralelos en los restos esculturados de la catedral románica de León (13) o en las figuras de la portada de las Cadenas de la catedral de Ciudad Rodrigo (14), todas ellas datadas en las primeras décadas del siglo XIII. Por otro lado, la marcada profundidad de los párpados, la mencionada rigidez de los plegados de la túnica y la decoración en mitra y guantes, recuerdan a ciertos ejemplos sepulcrales del vecino Reino de Galicia, en especial al del obispo don Lorenzo de Orense (+ 1248), recolocado en el muro de la epístola de su catedral (15). Todas las características mencionadas hacen que podamos situar la figura del prelado astorgano en la primera mitad del siglo XIII, relacionada con las muestras escultóricas contemporáneas realizadas en los reinos de León y Galicia. En este período histórico vivieron dos obispos de Astorga de especial renombre, don Nuño (1226-1241) y don Pedro Fernández (1242-1265). |
E1 primero emprendió reformas en el palacio episcopal y realizó obras en el claustro canonical, mientras el segundo terminó y consagró el templo catedral (16). Por lo tanto, es probable pensar que esta figura sepulcral anónima hubiera pertenecido a alguno de los dos prelados constructores de la catedral astorgana, en los primeros años del siglo XIII.
1. FRANCO MATA, M.A., “Escultura funeraria en León y provincia”, Hidalguía, n° 92 (1969), pp. 97128; n°93 (1969), pp. 257-288; n°94 (1969), pp.401-432; n° 96 (1969), pp. 673-704; n° 97 (1969), pp. 789-815.
2. GOMEZ MORENO, M., Catálogo g, monumental de la provincia de León, 2 veis. Madrid, 1925, vol. I, pág. 326.
3. BANGO TORVISO, I.G., “El espacio para enterrameintos privilegiados en la arquitectura medieval española”, Anuario del Departamento de Historia y Teoría del Arte (U.A.M.), vol. IV (1992), pp. 93132 y, del mismo autor, Edificios e imágenes medievales. Historia y significado de las formas, Madrid, 1995, pp. 40-41.
4. CUADRADO, J.M_ España, sus monumentos y artes, su naturaleza e historia. Salamanca, Avila y Segovia, Barcelona, 1884, reed. Barcelona, 1979, pág. 363.
5. GOMEZ BARCENA, M.J., Escultura gótica funeraria en Burgos, Burgos, 1988, pp. 47-49.
6. SERRANO, L., Don Mauricio, obispo de Burgos y fundador de su catedral, Madrid, 1922, pág. 20.
7. MUÑOZ PARRAGA, M.C., La catedral de Sigüenza (las fábricas románica y gótica), Guadalajara, 1987, pág. 238.
8. LOPERRAEZ CORVALAN, J., Descripción histórica del Obispado de Osma con el catálogo de sus prelados, 3 vols., Madrid, 1788, reed. Madrid, 1978, vol. I, pp. 293-294.
9. RUIZ AYUCAR, E., Sepulcros artísticos de Avila, Avila, 1985, pp. 83-89 y 94-97.
10.GOMEZ MORENO, op. cit., pág. 326.
11.Cf. MORALEJO ALVAREZ, S.,Escultura gótica en Galicia (1200 - 1350), Santiago de Compostela, 1975 y “¿Raimundo de Borgoña (+1107) o Fernando Alfonso (+ 1214?). Un episodio olvidado en la historia del Panteón Real compostelano”, en AA.VV., Galicia en la Edad Media, Madrid, 1990, pp. 161-179. Para este autor, junto a los sepulcros compostelanos, las primeras muestras de yáceme en territorio peninsular son el cenotafio de la iglesia de la Magdalena de Zamora y el túmulo de San Millán, en el monasterio riojano de San Millán de Suso.
12.GOMEZ BARCENA, M.J., “El sepulcro gótico en la ciudad de Burgos en la crisis del siglo XIV”, La Ciudad de Burgos. Actas del Congreso de Historia de Burgos, Madrid, 1985, pp. 863-881.
13.A1 respecto, ver los recientes estudios HERRAEZ, M.V.; COSMEN, C.y VALDES, M., “La catedral de León en la transición de los siglos XII al XIII. El edificio tardorrománico”, Anuario del Departamento de Historia y Teoría del Arte (U.A.M.), vol. VI (1994), pp. 7-21 ; BOTO VARELA, G., “1200 en León. Esculturas de la antigua catedral románica”, Boletín de la Institución y Museo Camón Aznar, vol. LIX-LX (1995), pp. 83-118; BOTO VARELA, G., La memoria perdida. La catedral de León (917-1255), León, 1995; VALDES, M. et alt., Una Historia arquitectónica de la catedral de León, León, 1995.
14.HERNANDEZ VEGAS, M., Ciudad Rodrigo. La catedral y la ciudad, 2 vols., Ciudad Rodrigo, 1935, reed. facs. Ciudad Rodrigo, 1982, vol. I, 159-160.
15.CHAMOSO LAMAS, M., Escultura funeraria en Galicia, Orense, 1979, pp. 16-21.
16.De Don Pedro Fernández conservamos la memoria de su sepulcro en el muro sur de la catedral actual, donde sus restos fueron trasladados en 1769 (VELADO GRAÑA, B., La Catedral de Astorga y su Museo, Astorga, 1991 , pág. 12).a